Hay que hacer cola hasta para morir
Hay que hacer cola hasta para morir
Datos Técnicos
Dimensiones: 100 x 120 cm
Técnica: Óleo sobre lienzo
Historia
“El objetivo del arte no es reproducir la realidad, si no crear una realidad de la misma intensidad”
Alberto Giacometti.
En esta época de agotamiento, el hombre está condenado a vivir en sociedad, entrando en conflicto con su propia libertad. La libertad es la esencia de lo humano, pero debe coexistir con el discurso social. La consecuencia de la plena libertad es la soledad absoluta.
Esto genera desasosiego y le lleva a la convicción de que podemos sentirnos aislados, incluso en un espacio lleno de gente, como calles, plazas o espacios abiertos.
La reflexión sobre el sentido vital y la libertad, abre las puertas a la discusión sobre el vacío de la existencia humana, la sensación de abandono, el temor a si mismo y el miedo a una existencia sin consuelo donde no hay excusas, justificaciones ni promesas. De algún modo es lo más semejante al vértigo.
En una época indeterminada, casi difusa, rozando lo onírico; el dibujo denso y las perspectivas múltiples recrean realidades extrañas que escenifican espacios que nos remiten a una suerte de recuerdos míticos y de silencio mágico, acompañado de cierto horror y melancolía, en el que las siluetas recortadas de sombras alargadas deambulan en espacios vacíos y evocan sensaciones de alienación, soledad y desamparo.
El vacío de la existencia humana, le lleva a crear obras imponentes, eternas en el tiempo, para justificar su existencia y superar a la naturaleza.
En este universo ordenado, de un clasicismo difuso, donde se funde lo antiguo con lo moderno, se crea una atemporalidad donde parece que se puede encontrar la calma y el silencio. Sin embargo, el hombre es víctima de sus obras monumentales que al igual que la naturaleza ponen de relieve su vulnerabilidad.
Un mundo donde el ser humano ocupa, tal vez, el lugar que le corresponde.
Los espacios amplios de anchos horizontes, habitados por luces y sombras, otorgan un alma y una amplia variedad de simbolismos ocultos. Son inquietantes, no sabes lo que encierran. La naturaleza deja de ser racional y se dota de un halo espiritual y un matiz casi sobrenatural.
La fragilidad del hombre se percibe ante una naturaleza inmensa, en entornos áridos e inquietantes, generando en el subconsciente un eco de oscuridad.
La naturaleza es indomable e imponente, benevolente y destructora, no está supeditada al hombre, todo lo contrario, él está a merced de ella.
Al ignorar la esencia misma de la naturaleza y su propia fragilidad ante ella, intenta imponerse en su afán por dominarla.
La percepción de sí mismo, en un mundo seguro, se ve alterada por fuerzas que creía controladas y que comienzan a desatarse.
A veces, nos muestra su lado más salvaje con las tormentas más intensas y destructivas.
Es, en esta belleza de lo indómito y lo terrorífico, donde el hombre encuentra el reflejo de sus pasiones y la esencia de sus miedos.
Otras Obras