Camino de la Tarde

Camino de la Tarde

Datos Técnicos

Dimensiones: 125 x 95 cm

Técnica: Óleo sobre lienzo

Vendido


Historia

Pasear por el trabajo monográfico de paisajes solitarios de Jon Mao es sumergirse en la naturaleza en estado puro.  Adentrase en bosques y en figuras te transporta a la imaginación de Alicia en el país de las maravillas, donde en ese caso, Alicia el espectador y las maravillas son las mezclas de las pinturas y texturas.

Despacio, como si Morfeo me estuviera meciendo entre sus manos, me voy adentrando en un cielo en un atardecer, transportándome a los sabores de una verano al acabar el día. Me hace cerrar los ojos, me fusiona con su imagen y me lleva despacio a la siguiente imagen con colores ocre, dorado y me permite acariciar, casi, el contorno de esos pilares elevados hacia el cielo raso mientras me acogen a medida que paso por sus entrañas; y me dejo llevar, me sumerjo en el olor de óleo , de su tacto y del sonido del pincel acariciando el lienzo mientras se dibuja o desdibuja aquello que el artista quiere transformar; y me dejo llevar y sigo en un sueño del que hace años no tenía y del que no quiero salir. Sé que hay algo más, algo distinto que me hará sentir la octava emoción aún no descrita por los analistas del psicoanálisis.

Es entonces cuando una casa o cabaña me acoge con su olor a leña, con sus arrugas producidas por el paso del tiempo. Ahí está, hierática, diciéndome que ha sobrevivido al paso de los años, que ella ha visto pasar por sus fachadas los besos robados de los mozos enamorados, las crisis de las guerras, las posguerras. Es entonces cuando me doy cuenta de que aún estoy llena de vida y casi puedo tocar el tejado y notar cómo sus tejas dejan entrever las venas de la lluvia sobre el tejado mojado, las nieves acariciando los inviernos más duros; y me dejo llevar.

Casi sin darme cuenta un bosque me hace un guiño con la mano y me induce a penetraren sus adentros como una hembra herida al que lo único que le queda es el consuelo de curarse entre la hojarasca y me trasporta, como si fuera el túnel del tiempo, a otros árboles, al otoño, a la soledad de las ramas esperando que vuelvan a parir sus hojas. Es la espera del embarazo de la naturaleza, una espera que tendrá frutos, recompensa, salud y violencia del temporal. Es la violación del consentido temporal y su ley de vida el que marca los límites y el renacer de la nueva vida floral.

Y me dejo llevar, y me transporta a las esculturas más elocuentes y eruditas cubiertas por una tenue luz, con sombras, con expresiones que, aunque no se ven, me las imagino. Veo los rostros sin verlos, aspiro sus aromas, veo tras sus ojos y me dejo caer en sus estáticas dimensiones.

Y sin querer, ni sabiendo cómo, mi sueño me lleva a una playa, a la bajamar, a las rocas, a la marea, al ir y venir de un vaivén de agua arrastrando y erosionando cada trozo de arena, cada parte del océano, inmenso, casi infinito dejando tras de sí la desnudez de la roca, una roca castigada, humillada por el salitre y por los azotes del sadomasoquista más cruel que se haya visto, el mar embravecido.

Noto, poco a poco, como Morfeo me va soltando, me deja libre, se despide y me recuerda que habrá más obras de Jon Mao esperando para transportarme al infinito, a los sueños del soñar queriendo soñar despierto…a su arte, a que me haga el amor con sus lienzo, a que me enamore con sus trazos y a que me lastime el cerebro haciendo que mi cuerpo se estremezca con solo observar, mirar, saborear sus versos escritos en formas y contextos.

Y tras desperezarme, me doy cuenta de que me he enamorado de un artista, al que nunca podré tocar pero que me ha hecho el amor a través de su arte.


Monika Iglesias



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